miércoles, 13 de septiembre de 2017

XLIII



La obra, XLIII, fue un proyecto comunitario de intervención equilibrada en el medioambiente, maximizando el uso de los recursos naturales, renovables y regenerables de la costa de Oaxaca, México, para ubicarse bajo la superficie del mar. El proyecto se ejecutó con el patrocinio de Fundación Casa Wabi durante nuestra residencia a finales del 2015. La instalación, como objeto, se depositó en el océano como ofrenda para desvanecer, pero en su proceso de producción involucró la participación de diferentes personas, fomentando así la interacción creativa entre las comunidades de la región. Este conjunto de piezas submarinas consistió de 43 esculturas biodegradables, elaboradas mediante el intercambio de conocimientos artesanales, pero en su resultado tenía como propósito conmemorar también el aniversario de los desaparecidos de Ayotzinapa.




Nuestro principal objetivo era desarrollar una obra colaborativa entre dos comunidades afro-mexicanas, El Venado y Agua Zarca, sobre todo para testimoniar la compenetración laboral que a diario sucede entre ambas. Esta situación de trabajo en colaboración, no sólo nutriría la obra con las diversas técnicas de labranza artesanal que cada comunidad conoce, sino también celebraría la relación dinámica que comprenden sus tareas simbióticas. 



Para realizar la obra, quisimos someternos al trabajo arduo que ambas comunidades conocen, tanto para ampliar nuestro conocimiento acerca del entorno, como también para entender el significado cultural que representan sus faenas en toda la región. Con la comunidad de El Venado, liderada por Nemorio Díaz González, manejamos tejidos orgánicos mediante técnicas de labranza artesanal usando la yacua seca del cogollo de la palma real, pero además construimos boyas utilizando la nuez seca del coco luego de jimarlo. Con la comunidad de Agua Zarca, liderada por Felipe de Jesús Cruz González, manejamos técnicas de labranza artesanal en terracota para producir 43 ladrillos circulares que llevarían grabado el número romano XLIII. Al final todas las piezas se instalarían juntas en el fondo del mar hasta que eventualmente deterioraran con la marea y desaparecieran con la corriente. Los materiales biodegradables fueron la propia ontología del territorio, y sus labranzas artesanales, el testimonio mnemónico de una compenetración comunitaria. Todo el proceso de creación quedó documentado como bitácora de la experiencias, fijando momentos, lugares y personas conocidas durante nuestras visitas constantes a las comunidades.


El diseño de las 43 esculturas submarinas celebraba esa relación simbiótica que existe entre las dos comunidades costeras para subsistir. Ambas se trenzan como metáfora de su reciprocidad entrelazada, sin embargo, las 43 piezas sumergidas en el mar también homenajean a cada una de las víctimas del horrendo incidente de los desaparecidos de Ayotzinapa, pues las piezas fueron construidas durante su aniversario y emplazadas el día de los muertos. Las piezas bailan juntas bajo el mar con el movimiento oscilante de las olas y ellas buscan esclarecer hacia la superficie que el peso de la tierra cocida les impide alcanzar.

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